martes, 10 de julio de 2012

   Frente a frente, cara a cara, era hora de poner las cartas sobre la mesa. Era momento de jugarse a todo o nada y apostar en grande por un premio que no tenía valor material. Las palabras sonaban en esa habitación, decorada de un estilo antiguo, y una sonrisa se dibujaba en el rostro de esas dos personas. Era el comienzo de una historia que difícilmente mostraba un final.
   Ella que juró no apostar, se encontraba ahí, más temerosa que nunca, y sabía, ella sabía que él tenía algo diferente del resto; que era la excepción. Era completamente consciente de que se encontraba delante del bello príncipe de todos los cuentos de amor que alguna vez oyó.
   El silencio se hizo dueño de todo, y las miradas fueron las encargadas de hablar por ellos. Él tomó la cara de su chica entre sus manos, y se acercó lenta y cuidadosamente, haciendo de ese momento, un momento único y perfecto. La miró, la tomó, la besó, y luego despertó. Se dio cuenta de que nada había sucedido en realidad, todo fue un sueño.