lunes, 18 de junio de 2012

Ella y el


  Esa noche, tal vez él no pensó dos veces lo que estaba pasando, pero estamos seguros de que los recuerdos siguen estando. Esa noche, vivir apasionadamente no costaba tanto, sentir el furor y la adrenalina que genera el cuerpo al poner contacto… todo eso, todo eso que pasó en un instante que se hizo eterno, una eternidad que amenazaba con durar para siempre, para siempre y para siempre.
        Y ahí estaban los dos, mirándose hasta desgarrarse el alma de tanto hacerlo, él parecía totalmente aludido de todo lo que pasaba alrededor, y en su mirada se veía el fuego interno de lo que estaba quemando por dentro. Y ahí estaba ella, contemplando lo que salvajemente él trataba de expresar sin que ninguna palabra le pudiera sacar, pero sin embargo le entendía, sabía lo que estaba sucediendo, sabía que no iba a poder escapar, pero tampoco lo pretendía que fuera así. Y él… él también estaba ahí, imaginando en la tenue luz de la noche, creyendo que ella no se daba cuenta, que le descubría todo lo que pensaba, pero que al verla se quedaba totalmente desnudo de mente, que sus profundos ojos le atravesaban sus pensamientos de lado a lado.
        Y de repente, pasó, ella dio el primer paso, lo miró, se le acercó, no le dijo nada, sólo lo miró. Y a él, a él le robaron el aliento, precisamente no esperaba que se le pusiera tan cerca, la miraba y no sabía cómo reaccionar, pero pensó, y pensó más rápido, y no encontró respuesta, solo se quedó quieto, y ella retrocedió. Él volvió a su calma, sofocándose como podía para retomar el hilo de sus pensamientos, y la encontró reposada, increíblemente hermosa, de cuerpo perfecto, de figura inigualable, no podía dejar de mirarla, era increíblemente bella. Intentaba disimular y ocultar lo que inexplicablemente le estaba pasando, estaba totalmente eclipsado por el momento de tanta pasión, pasión que no encontraba límites ni horizonte alguno. Unos momentos después, todavía pensando en ella, buscaba su defecto, no podía ser que fuera tan perfecta, el imperfecto era él, porque la inocente pose de ella le pervertía la mente, lo convertía en el malvado de los dos, él quería más, su mente busca más, era insaciable la sed que tenía.
        Y volvió pasar, ella despertó de su inmensa paz interior, y lo miró desafiadamente, se le acercó, y volvió a decirle sin palabras lo mucho que lo deseaba, y sí, era de ella, de ella emanaba tanta emoción, ella tenía el control de los dos, ella le puso el suspenso a toda la situación, ella quiso que todo eso pasara, y ella se tentó, se tentó mucho más que él, y él solo la miraba sin poder decir absolutamente nada, sin poder creer que lo que estaba sucediendo era parte de la realidad y no de la alucinación que paralelamente vivía en su mente. Y por un momento, sólo por un momento, él cedió, totalmente vencido por el poder de su enemigo, un increíble depredador, un depredador que llevaba dentro de sí mismo, latiendo fervientemente contra su propio ser, contra su propio destino.
        Y entonces, todo colapsó. Él vio derrumbarse todo a su alrededor, la destrucción total de todo lo material, la exclusión total del tiempo, y todo desapareció. Él la tenía, esa noche, entre sus brazos, cara a cara, y solo le miraba los labios, esos hermosos labios, y ya no lo pudo aguantar, se generó una implosión de puro silencio y amor, nació una burbuja dentro de él y se expandió por todo su ser, se convirtió en un escenario lleno lujuria y atracción, donde la gravedad de cuerpos se hizo pura fricción. Él finalmente la besó, y sintió cómo todo su cuerpo se dejó desvanecer totalmente atraído por el intenso olor que emanaba de su amada. Y la perfección, solamente eso quedó, la perfecta imagen de los dos.
        Él sintió su dulce piel y su suave olor, mientras apasionadamente la besaba con todo su corazón, como nunca antes lo había hecho mejor, como si nunca antes hubiera existido nada mejor, como si hubiera sido la única estrella brillante de la noche esa donde todo pasó, como si no existiera otro rumbo ni otro color, como si todo lo que alguien escribió alguna vez no tuviera sentido alguno, como si todo se perdiera en el tiempo para nunca más volver. Y no importó, no importó nada más, eran sólo ella y él, desdibujándose mutuamente, escapándose de este mundo vil y cruel. Y ella, ella lo sintió, sintió la calma que se apoderaba de él, mientras ella luchaba para que sus ropas no se desligaran de su acrecentada sed, ella lo deseaba, lo deseaba más que nunca, lo deseaba para agobiar ese calor, ese calor que se potenciaba con el roce de su piel.
        Esa noche, esa noche él la amó, y ella se dejó amar. Esa noche, la conexión existió, esa noche él la recuerda desde que pasó, esa noche fue una noche, que me pasó hace tan sólo unas noches atrás.