lunes, 18 de junio de 2012

Punto de quiebre


Una noche, un día, una tarde. Una rosa, un cuento, una charla. Nunca entendí el orden ni cómo sucedió todo, sino que simplemente, sucedió. ¿Qué pasa cuando el latido del corazón suena más fuerte que el pensamiento de lo correcto? Especialmente cuando lo correcto tiene sabor amargo. ¿Qué pasa cuando el destino te pone a prueba? A prueba de lo que jamás harías por ética. ¿Qué pasa cuando sos vos contra vos mismo? Porque eventualmente, tu mente es alguien y tu corazón es otro. Otro que desearías más que estuviera solo en este cuerpo con vida, o que al menos no le deje tanto lugar al primero.
Alguna vez, leí en algún lado: “Love, hurts”. Pero no lograba entender cómo es que algo tan lindo podía lastimar. “The greatest thing you’ll ever learn is to love and be loved in return” (Moulin Rouge)… y sigo sin poder entender. No entiendo cómo es que dos frases sin conexión alguna, tienen tanto acierto sobre cómo son las cosas a cerca del amor.
Y aún así, sin importar lo que pase, sigo creyendo en el amor, como si fuera lo máximo que una persona puede vivir en toda su existencia, porque lo es, porque así lo veo yo. Porque cuando el corazón habla, no existe eco ni razón, y porque ante sus ojos no existe nada más que su profunda mirada. La máxima creencia de lo que todo derrite y congela al mismo tiempo, de la honestidad y la sinceridad, pero por sobre todo, de la no existencia del tiempo alrededor.
Y así pasó, una noche encontramos una rosa, al día siguiente armamos una charla, y una tarde dibujamos un cuento… un cuento de amor. Una perfecta conexión, una increíble coincidencia, un sentimiento tan fuerte. Al menos puedo creer que para el destino no hay casualidades, y que por algo pasa lo que pasa.

No sé qué pasará mañana, ni tampoco entiendo cómo pasó ayer, pero sí sé que este presente no estaba premeditado, y me gusta que así sea.

Una noche… un día… una tarde…